La guerra contra las ratas
Estas son unas notas rápidas sobre la complejidad de la invasión terrestre de Gaza por parte de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y la nada fácil tarea de limpiar el extenso, claustrofóbico y denso laberinto de túneles construidos por los terroristas de Hamas. Les hablaré de la guerra bajo tierra, un tema del que se ha escrito bastante poco.
Cuando se trata de una red multiniveles de corredores y edificaciones subterráneas, el escenario militar se vuelve extremadamente complejo. Hamas se preparó durante años para un tipo de combate de semejante categoría contra el asalto terrestre y aéreo de las FDI y no tengo que decirles que conocen estos túneles mejor que a ellos mismos. Prepararse para luchar en ese terreno es increíblemente difícil y el atacante requeriría de una amplia información de inteligencia sobre el aspecto de la red de túneles, del que los israelíes posiblemente carezcan. Además, si se tiene en cuenta que hay rehenes de por medio, el reto es aún mayor.
Tanto la Yihad Islámica como Hamas, cuentan con dos tipos de túneles: los que sirven para entrar a Israel, atacar y después huir, y los que están debajo de la Franja de Gaza, que utilizan como escondite, para el traslado de hombres armas y hasta autos y de vías de comunicación. Estos últimos cruzan la frontera entre el enclave y el vecino Sinaí, lo que hace su ataque especialmente importante y a su vez difícil, ya que se verían en la necesidad de llegar hasta Egipto si de verdad quieren acabar con ellos de una vez. En la guerra de 2014, el Ejército descubrió y destruyó 32 de estos túneles, pero se sabe que hay muchos otros todavía intactos y listos para usar.
El método del flautista de Hamelin no tiene gran valor en estas circunstancias. Las ratas ya saben lo que les espera si emergen de sus madrigueras arrastradas por el melódico sonido de la flauta, y no van a salir de ellas. Por el contrario, estas estarán bien protegidas para evitar que ingresen a buscarlas. Despejar los túneles y pasillos recubiertos de arcos de concreto, con giros bruscos, inclinaciones hacia abajo y hacia arriba, en unos tramos más anchos y en otros sumamente estrechos es un escenario de pesadilla difícilmente imaginable para los soldados y sus mandos.
Esto es bastante similar a la corrosiva y dura guerra urbana que tiene lugar en la superficie, pero infinitamente más letal. La oscuridad es el factor clave que las diferencia y que juega a favor de el que se esconde. El combatiente que va a entrar a enfrentar a los palestinos deberá estar física y mentalmente preparado para moverse en la noche más absoluta. Una noche cerrada, sin estrellas, sin la menos señal que los guie. En la medida que avancen tendrán que acostumbrarse a la falta de oxígeno y sus consecuencias, con la mínima protección corporal y la presencia de diferentes trampas al mejor estilo vietnamita. Con la respiración entrecortada, empapado en sudor y con las pupilas dilatadas, atrapado en un silencio ensordecedor, deberá mantenerse enfocado y listo para disparar antes de que le disparen. Porque en semejante estrechez, los combates serán cuerpo a cuerpo, se encontrará con señuelos rudimentarios, pero eficaces, varias emboscadas, explosivos camuflados bajo el suelo y en las paredes. Es un proceso lento y metódico, que obliga a los soldados a mantener un autocontrol y una coordinación casi perfecta. Esto no es imposible, para eso se entrenan los especialistas en operaciones especiales, no obstante, sí es muy difícil teniendo en cuenta que están bajo constante presión psicológica y física y hay que dar por descontado que esta tarea tendrá un alto costo en vidas y medios.
Los vietnamitas tienen una larga experiencia en lucha y supervivencia en túneles. Posiblemente se la trasmitieron a Hamas y a los suyos. Los guerrilleros del Vietcog vivieron como topos desde 1966 hasta 1972, durante la guerra de Vietnam, para poder mantener el contrabando de armas y víveres por las porosas fronteras de su país. Los guerrilleros, ayudados por sus familias, ampliaban y reconstruían los corredores destruidos por las bombas y los comandos norteamericanos, extendiéndolos kilómetros y kilómetros bajo los pies de las tropas que los perseguían. Con paciencia y mucha perseverancia los dotaron de respiraderos, pozos, escuela, cocinas, graneros, letrinas, hospitales de campaña y hasta salas de maternidad. Para repeler un eventual ataque terrestre, alrededor de los subterráneos cavaron kilómetros de trincheras y numerosos pozos camuflados con ramas y hojarasca de la jungla, y en sus fondos hincaron afiladas estacas de bambú, cabillas y minas antipersonales.
Aunque son los vietnamitas los que dejaron un recuerdo más duradero sobre esta refriega subterránea, hay notables antecedentes y posteriores seguidores de este desesperado y brutal tipo de enfrentamiento militar. Durante la Primera Guerra Mundial, los británicos lanzaron ataques a gran escala desde túneles contra los alemanes. El que mejor documentado está es el de la batalla de Messines, en Bélgica, en 1917. Allí, en la oscuridad, la humedad y la estrechez, encontraron su tumba unos 10.000 soldados alemanes. A su vez, los nazis, al invadir la Unión Soviética, tuvieron que afrontar algo parecido a lo que les espera a los israelíes. Es lo que se conoce en la historia de la Segunda Guerra Mundial como la rattenkrieg, o “guerra de las ratas”, que tuvo su momento culminante en la sangrienta batalla de Stalingrado que se extendió de 1942 a 1943. Este fue uno de los mayores combates urbanos que registre la historia moderna, donde los alemanes pelearon cuerpo a cuerpo en conductos subterráneos y alcantarillas bajo horribles condiciones climáticas y de logística.
El 24 de julio de 2014, en su frenesí destructivo, los miembros del Estado Islámico ocuparon Mosul y volaron una mezquita en las colinas de Nabi Yunus, donde está la tumba del profeta Jonás. Con semejante barbarie, El Daesh cumplía dos objetivos y eran destruir todo lo que consideraban lugares de infieles y crear posiciones defensivas en caso de tener que resguardar a tiro limpio el territorio conquistado. Y cavaron varios kilómetros de pasillos soterrados, lo que tras la reconquista de la región no solo permitió conocer mejor cómo se organizaban los terroristas, sino que también habían encontrado restos arqueológicos importantes que saquearon y vendieron al mejor postor. Bajo los cimientos de la mezquita destruida estaba un palacio asirio y en este la sala del trono de Asaradón, que fue el rey de Asiria entre los años 681 a. C.– 669 a. C. Esta sala es la más grande construida en este antiguo imperio y tiene una longitud de 55 metros.
Como en Vietnam, Hamas cava las 24 horas del día y avanza entre 10 y 15 metros por jornada, y en muchos casos emplean a los niños y los adolescentes por su tamaño y delgadez. En los últimos 4 años murieron 160 menores de edad por el desmoronamientos de los pasadizos de Gaza. Un ejemplo claro de esto es el túnel de ataque de Hamás, de 180 metros de largo, y que se extendía desde Egipto a Israel, bajo el cruce de Kerem Shalom y que fue destruido por la FDI. Según los servicios de inteligencia de Tel Aviv, Hamas tenía la intención de utilizarlo para llevar terroristas y armas desde el vecino Egipto a la Franja para lanzar ataques en el cruce de Kerem Shalom. El túnel consiguió avanzar unos 200 metros dentro del territorio israelí y se encontró su entrada a 2 kilómetros del Kibutz Kissufim.
Los israelíes no pelearán como los norteamericanos en la jungla, pero sí en una intrincada red de calles bastante estrechas y cubiertas de escombros, donde se pueden ocultar minas y granadas activadas por contacto. Esto dificultará y mucho la búsqueda sobre la superficie de las entradas a los túneles. También estarán los francotiradores desde los techos dificultando el avance, aparecerán mujeres y niños que serán usados como escudos humanos, y colaboradores civiles que tratarán de engañar y arrastrar a los soldados a emboscadas mortales entre las montañas de basura, concreto y hierros retorcidos. Como decía más arriba, no será un paseo.
Por suerte, para la detección de los pasos bajo tierra, se pueden utilizar el monitoreo satelital, los drones, los vehículos terrestres no tripulados (VTT) y otros medios de inteligencia. Estos ayudan a cartografiar los túneles e identificar los artificios explosivos antes de enviar a los soldados a despejarlos. También hay perros especialmente entrenados para encontrar explosivos y explorar lugares angostos y de difícil acceso. Pueden utilizarse municiones lanzadas desde el aire, denominadas “rompebúnkeres”, guiadas por láser, que están armadas con ojivas de penetración profunda y espoletas retardadas que les permiten estallar bajo tierra. Sin embargo, estas se destinan principalmente para atacar nodos de mando y control… que se encuentran bajo hospitales, escuelas y mezquitas. Además, el denso terreno urbano de Gaza limita mucho su uso debido a los daños colaterales que semejantes proyectiles pueden provocar.
No hay mucha literatura especializada para estudiar las artes de este tipo especialmente crudo de combates. El Ejército de Estados Unidos, uno de los más experimentados en este tema, no publicó su primera doctrina sobre la guerra subterránea hasta 2019. El libro se titula Small Unit Training in Subterranean Environments, por lo que el planteamiento y sus tácticas es relativamente incipiente. Este documento, de más de 200 páginas, se centra en explicar los atributos de los sistemas de lucha y defensa subterráneos, su funcionalidad y las amenazas, peligros y riesgos de este tipo de combates, que se enfoca en las trampas y el engaño. Aunque se puede decir que Israel también tiene cierta experiencia en esta área. Una de las expertas en túneles es la Dra. Daphné Richemond Barak, la autora de Underground Warfare, un libro que hasta hace solo 3 semanas solo le interesaba a los estudiantes de historia militar. Barak es profesora de la Escuela Lauder de Gobierno, Diplomacia y Estrategia de la Universidad Reichman de Herzliya, en Israel, y fundó el Grupo Internacional de Trabajo sobre Guerra Subterránea. Lo importante de esta última obra académica es que la información que presenta es muy fresca. El libro se comenzó a escribir en 2013, cuando fueron descubiertos los primeros túneles de Hamas. En la década transcurrida desde entonces se ha investigado a fondo el sistema utilizado por los terroristas palestinos, así como la red subterránea construida por los libaneses de Hezbollah.
En la Operación Margen Protector en Gaza, en el año 2014, las FDI entraron en los túneles a cazar a los de Hamas y no estaban entrenados ni equipados para ello. Así fue como aprendieron que hay que estar física y mentalmente preparado para un entorno diferente, pero también para un tipo de lucha diferente. Esta valiosa experiencia le dio a la doctora Barak un considerable volumen de material para trabajar sobre el tema de la guerra bajo tierra. Israel tomó serias medidas no sólo para las técnicas de detección de túneles, sino también para entrenarse en este entorno subterráneo. Crearon unidades de élite versadas en las características más importantes de las batallas subterráneas. Además, iniciaron una formación básica en guerra bajo tierra para que los soldados supieran cómo sortear un túnel o neutralizarlo y qué equipo necesitarían si tuvieran que bajar allí. Esta última juega un papel muy importante en esta incursión tras los intercambios regulares de disparos del grupo extremista respaldado por Irán hacia Israel.
Si se intensifican los combates con los libaneses, estos entrarán nuevamente en servicio para permitir la penetración en la profundidad del territorio israelí… solo que a estas ratas si las estarán esperando.