Milei, el demoledor
Corría el año 1989 y Raúl Alfonsín, en ese momento presidente de Argentina, consumía como una antorcha al viento su último año de gobierno. Un joven futbolista de 19 años y roquero de garaje, de abundante cabello desordenado y ojos muy azules entraba en un supermercado a comprar algo de beber. Allí, vió con horror como, por enésima vez, las amas de casa se tiraban sobre la mercadería de los supermercados para evitar, usando sus cuerpos como barrera, que las trabajadoras le subieran, aún más, los precios a los alimentos. Apretando los dientes y con su botella de soda en la mano, este muchacho que llevaba viviendo una vida sin mayores pretensiones que ser un futuro Maradona o un legendario Mick Jagger, se abrió camino esquivando el tumulto. Cuando pagó, se quedó unos segundos junto a la puerta viendo cómo los trabajadores del lugar y los desengañados consumidores se empujaban mutuamente lanzándose insultos y llorando de pura frustración. Ese día la vida le abofeteó con fuerza y le abrió los ojos. Ese día nacía el Peluca, el Loco, el Libertario de la motosierra. Ese día, Javier Milei decidió estudiar Economía para entender con claridad lo que estaba pasando y encontrar soluciones a la endémica hiperinflación de su país.
Con 20 años escribiría su mi primer artículo académico que se llamó: “La hiperinflación y la distorsión en los mercados”. En 1993 Milei se graduó de economista en la Universidad de Belgrano, en el Instituto de Desarrollo Económico y Social. Allí también obtuvo una maestría en Teoría Económica. En la Universidad Torcuato Di Tella, consiguió una maestría en Ciencias Económicas. Durante sus estudios, se hizo admirador de la Escuela Económica Austriaca, una corriente de pensamiento que se opone a cualquier regulación del mercado por parte del Estado. Milei, mientras más se adentraba en las tripas de la economía y comprendía por qué y cómo su país se hundía en la miseria, acercaba su pensamiento político a los libertarios.
Ahora, creo que es necesario aclararles que, si bien muchos libertarios siguen este enfoque económico, no necesariamente una tiene que ver con los otros. Ambos pertenecen a campos distintos del pensamiento, la primera es una teoría basada en lo que se conoce como “economía positiva”, que indaga en la causalidad de los fenómenos económicos sin realizar un juicio moral sobre ellos, mientras los liberales siguen una ética enfocada en la convivencia política con otras tendencias ideológicas y con objetivos sociales, pero poniendo especial atención al valor del esfuerzo, al trabajo como fuente de bienestar, a la iniciativa individual y a la meritocracia. Diciéndolo un poco más claro: la Escuela Económica Austriaca es una herramienta, pero no la base del pensamiento libertario. Libertarios y austriacos se tocan en puntos como el individualismo metodológico, que es el concepto que afirma que los fenómenos sociales resultan de las motivaciones y acciones de los individuos, y también en sus demoledoras críticas a los neoclásicos, marxistas, keynesianas y monetaristas, y no mucho más.
Durante sus estudios, Javier Milei fue pasante en el Banco Central de la República Argentina. Allí estuvo desde el 22 de diciembre de 1992 hasta el 22 de junio de 1993. En sus tripas conoció y supo comprobar el daño que este le hacía a su país con su corrupción, la mediocridad de sus cuadros y su contubernio con el Estado. Milei terminaría convirtiéndolo en uno de sus objetivos a batir en su posterior carrera política. A comienzos de la década de 2000, se inició como catedrático de varias asignaturas que cubrían Macroeconomía, Economía del Crecimiento, Microeconomía, Teoría Monetaria, Economía Monetaria, Teoría Financiera y Matemáticas para economistas en universidades del extranjero y argentinas. Fue docente en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE). En esta última impartió la materia de Política Monetaria y Fiscal. Aun así, encontró tiempo para escribir sobre economía y publicó obras como “Otra vez sopa: Maquinita, infleta, devaluta”, “El camino del libertario”, “El fin de la inflación”, “La economía en la teoría y en la práctica” y “Desenmascarando la mentira keynesiana”, entre otros libros y artículos académicos.
Si bien sus funciones docentes le marcaban un cierto freno a su carácter fuerte y a su facilidad para generar todo tipo de burlas e insultos a sus críticos, esto no impidió que cultivara su faceta histriónica. Sus explosiones de carácter en público, cuando aparecía como experto en programas de televisión y sus clases gratis de economía básica a cielo abierto en parques y plazas para todos los interesados en entender qué estaba pasando con su dinero y por qué se empobrecían mientras apoyaban las “políticas sociales” que solo enriquecían a los peronistas y a los kirchneristas, no pasó inadvertida a un público que crecía despacio, pero sin pausas, a su alrededor.
En 2018 su popularidad se disparó con la obra teatral “El consultorio de Milei” en la que, en formato de sesión terapéutica, repasaba con su cáustica lengua las medidas económicas del gobierno. Entre mofas y gritos, durante las funciones a sala llena rompía a garrotazos una maqueta de cartón del Banco Central. Su reputación de economista con los pies en la tierra creció sobre todo entre los jóvenes, que son los que terminan sufriendo la mayor tasa de abandono escolar y, por ende, de desempleo en la decadente Argentina de los voraces Kirchner, del corrupto y desleído Alberto Fernández y de Axel Kicillof.
Un día, Alejandro Fantino, el entrevistador de televisión, se encuentró por casualidad a Milei en un restaurante parrilla y allí quedó fascinado con la facilidad de este profesor vehemente de desgranar hasta la simple comprensión los términos más correosos de las teorías económicas. Se le acercó y después de hablar un rato con él, lo invitó al programa “Animales Sueltos”, del canal América. Minutos antes, Guillermo Nielsen, economista, diplomático y profesor universitario, amigo en común de Fantino y Milei, le sugiere al primero: “Invitalo, boludo, no sabés lo que la rompe este pibe. Invitalo a tu programa…”. El 26 de julio de 2016, a las 11:30 de una fría noche de invierno austral, llegó “El hombre de la motosierra” a la televisión. En 2018, el diputado de Juntos por el Cambio, Daniel Lipovetsky, en un debate en el programa de televisión “Intratables” del canal América, reta a Milei tras escuchar sus furiosas diatribas al gobierno. Este le dice: “Si no te gusta cómo funciona el sistema, armá un partido político y presentate a elecciones”. Este reto lo lanzaría también Cristina Kirchner, la principal artífice del descalabro económico, social y político de la Argentina actual. Unos días después, el periódico “Clarín” sería uno de los primeros en hablar de “un personaje de extraño look", que se enfurece ante las cámaras y llama de todo a sus contrincantes sin medir consecuencias.
Tres años antes, el polémico periodista Roberto García, del Canal 26, fue el visionario que reparó en esa imagen exótica –cabello largo despeinado, patillas años 70 y trajes bien cortados y corbata a juego–, con contenido. En uno de sus artículos advierte a sus lectores: “Milei dice cosas diferentes al resto de los economistas”. Fue tras escucharle decir: “Los zurdos están perdiendo la batalla cultural. Mientras sigan repitiendo sus mentiras, nosotros los liberales vamos a seguir defendiendo nuestras verdades. Les vamos a ganar porque somos moralmente superiores”.
Tras el choque con Lipovetsky, el Peluca gana portadas por un escándalo mediático en la ciudad de Salta, cuando llamó “burra” a una periodista local que le preguntó sobre el éxito de la teoría de Keynes en los Estados Unidos. El economista le soltó a bocajarro: “¡Te ponés a opinar de cosas que no sabés un carajo!” dejándola más perpleja que ofendida. Para las televisoras, sedientas de rating, Milei es un imán que las atrae y se peleaban por él. Les fascina ese personaje impetuoso, crudamente grosero y tremendamente culto a la vez, lleno de pasión que cae simpático a la gente que ya está cansada de postureo, verborrea vacía y las delirantes estupideces de los políticos de turno.
Tomándole la palabra a Cristina y a Lipovetsky, Javier Milei y Victoria Villarruel lanzan el 14 de julio de 2021 el partido La Libertad Avanza (LLA), en la Ciudad de Buenos Aires. Su primer reto es participar en las elecciones legislativas de 2021, y obtienen el tercer puesto con un 17 % de los votos en la Capital Federal. Fuera de todo pronóstico, tras ser dado por un grupito de pirados y sin una estructura de partido extendida por todo el país, el 13 de agosto de 2023 Milei obtuvo un 29,86 % de los votos en las primarias presidenciales. Todos quedan boquiabiertos, porque la LLA no pasaba de ser una coalición de pequeños partidos enfrentados al peronismo. Ya saben lo que pasó después. Ni siquiera lo repetiré aquí.
Con la entrada de lleno en política, el LLA y sus seguidores pasaron de algunas decenas a varios miles en cuestión de meses. Ahora son millones. Tanto en las redes sociales como en la prensa comenzaron a llamar a Javier Milei “el heredero de Adam Smith”. “el Mozart de la Economía”, “el Demoledor de Keynesianos”. En ese momento, todavía no había llegado lo peor, pero Cristina y los suyos comenzaron a preocuparse.
La viuda de Kirchner, que ha bregado en el poder en diferentes cargos públicos que la llevaron de presidenta del país, jefa del Senado y a vice en diferentes periodos legislativos, salió al paso de Milei cuando este dijo en una de sus comparecencias en televisión que: “La casta está cagada de miedo…”. Cuando se inauguró la Escuela Justicialista Néstor Kirchner (EJNK) y en un patinazo olímpico en que Cristina dejó implícito que el término “casta” usado por el economista para despotricar contra los poderosos no le parecía inadecuado ni ofensivo, sino que le venía como anillo al dedo, replicó: “Andan diciendo que la casta tiene miedo, ¿dónde tenemos miedo?”. Después añadió: “¿A quién le van a hacer creer los políticos hoy, cualquiera que sea el origen, la idea, que van a poder controlar lo que hace el poder económico concentrado y que van a poder resolver los problemas de los argentinos? ¡Que no me jodan más con esas fantasías!”. Repetitiva, desenfocada y con los papeles perdidos se despachó: “Esos mamarrachos –aludiendo a Milei– que andan diciendo que la casta tiene miedo, ¡¿de qué tienen miedo, si nunca te pasó nada, hermano?! ¡¿Qué me venís a joder con que te tenemos miedo?! ¡¿De dónde te tenemos miedo?! ¡Caradura!”.
Milei, ni corto ni perezoso, le respondió por Twitter: “Cristina Kirchner estuvo un rato largo hablando de dolarización. Para variar, al igual que todo el resto de la casta política, se pronunció a favor del robo y en contra de los argentinos de bien. Aunque se resistan Todos-Juntos, a partir del 10/12/2023 se quedan sin juguete. VLLC !”.
Entonces comenzó la campaña anti Milei. Era algo esperado porque el hastiado votante argentino mostraba una clara preferencia por una nueva propuesta política que terminara con la hiperinflación del 140 % y subiendo, la corrupción endémica, el clientelismo político y los mastodónticos ministerios inútiles. Los aquejados de pobreza crónica ya mostraban en las urnas su descontento y, si los peronistas, los sindicalistas obesos y deshonestos y los colectivos vividores del fondo público querían salvar su barco, tenían que hacer algo. Y nació el mito más aceptado por todos los que lo atacan y es el que defiende la teoría de que el Loco se parece demasiado a Donald Trump, Marie Le Pen, Santiago Abascal y Jair Bolsonaro.
Si bien Milei, Abascal, Trump y Bolsonaro son personajes disruptivos que se desempeñan con un desenfado y un lenguaje sin filtros que molesta profundamente a sus detractores, hay muy poco en común entre ellos. Luis Savino, del Centro de Estudios Americanos, resume así sus semejanzas: “Se trata de dirigentes depositarios del malestar social, que no están representados por la política tradicional y así se muestran como outsiders”.
Otros conocedores del tema afirman que Trump, Bolsonaro y Milei defienden la visión de un estado pequeño y centrado en su deber rector y no inmiscuido en la economía. Pero esto a su vez no los hace semejantes, sino que los acercan, como a otros muchos políticos de derecha, a Ronald Reagan. Nada nuevo en el terreno teórico. Lo que los acerca es la importancia que le dan al desarrollo libre de adoctrinamiento de la sociedad, el valor de la libertad, de la seguridad ciudadana y la preponderancia de la meritocracia sobre las cuotas impuestas desde el Estado.
Juan Battaleme, profesor de política exterior de la Universidad de Buenos Aires, (UBA) y experto en temas militares, cree que la propuesta diferenciadora de los tres dirigentes los sitúa en la figura de “caudillos articulados e inteligentes para recrear cierto sentido de esperanza en la sociedad”. Pero, volviendo a Savino, este cree que el fenómeno Milei se trata de una idea más sofisticada que saca a la luz el fracaso del progresismo internacional y sus nefastas consecuencias, sobre todo en América Latina. Es que, como decía más arriba, Bolsonaro y Trump son más parecidos entre ellos que con Milei. Gabriel Vommaro, doctor en sociología y analista político, dijo a la AFP hace poco: “Hay un cierto parecido de familia, sin duda, pero es un error subsumirlos sin más al mismo movimiento, sin tener en cuenta las particularidades locales”. Michael Shifter, investigador del centro de reflexión Diálogo Interamericano, con sede en Washington, destaca que: “Javier Milei es un libertario, y Trump es lo más lejano a un libertario que se pueda uno imaginar”.
Si para el presidente electo argentino, el libre mercado debe determinar todas las relaciones comerciales, Trump es un nacionalista que defiende el proteccionismo y la industria local por sobre todas las cosas. Si bien está el hecho de que el nuevo gobierno argentino quiere plebiscitar la ley del aborto y sacar todo el progresismo del Estado, los ministerios de género, las presuntas diversidades, las feministas “entongadas” (corruptas), los lobbys LGBT, nada de esto es la base fundamental de la política de la Libertad Avanza que está mirando en dirección a la economía y por tanto esto será una medida entre tantas otras contra la casta y sus satélites que la mantienen en el poder. Para otros gestores como Abascal o Bolsonaro, estos temas son fundamentales en sus respectivas agendas.
Por último, tanto el brasileño como el norteamericano son personalidades que se han apoyado en estructuras políticas y hasta religiosas preexistentes, mientras el argentino se ha creado un partido en expansión a su imagen y semejanza asimilando a otros pequeños grupos hasta ahora irrelevantes, pero de pensamiento parecido al suyo. Es un defensor del liberalismo y de la internacionalidad. No es un ombliguista como Trump. Ni un industrialista como Bolsonaro. Es más moderno en esas ideas y busca sus propias salidas. También su metodología de comunicación es una combinación del líder de a pie del siglo XX y el comunicador globalizador del siglo XXI. Milei sabe combinar una fuerte presencia en tertulias televisivas, programas de radio y redes sociales y con sus caminatas por la calle, dándose baños de multitudes, algo que los dos anteriores no suelen hacer. Milei no abandona su imagen de hombre de pueblo con fuerte arraigo entre la gente común y su contacto directo con ellos los pone a su altura y lo hacen querido y accesible.
En fin, que hablar de un pequeño Trump o el Bolsonaro de las pampas es pura falacia y narrativa tóxica creada por los odiadores peronistas y los seguidores de la izquierda más pervertida y superficial. Ahora nos queda por ver qué podrá hacer Milei a partir del momento que entre en la Casa Rosada para validar la confianza que puso el pueblo argentino en él.
Yo, repito su lema como esperanza: ¡Viva la libertad, carajo!